Letty Moreno Campos
El
Señor Jesús, nuestro ejemplo por excelencia, deja constancia en Lucas 2.52 de
que «crecía en sabiduría, en estatura y
en gracia», razón de más para que todos los educadores cristianos asumamos
y disfrutemos nuestra responsabilidad con el constante crecimiento espiritual y
personal a fin de tener siempre enseñanzas frescas para ofrecerlas a nuestros
alumnos. La educación cristiana, más que un momento específico de clases en un
aula, debe ser vista como un instrumento, o más bien una vía para un cambio
constante y observable en la vida del creyente, como lo vemos en el ejemplo de
nuestro modelo, el Señor Jesús.
Contacto diario:
En
la Biblia puede verse claramente que Jesús siempre resultó el modelo perfecto
para sus discípulos (Juan 13.15). No les enseñaba en aulas de clase, sino a
través de experiencias múltiples de la vida diaria. Puede verse en los
evangelios la relación de contacto diario que Jesús mantuvo con sus discípulos,
aprovechando cada ocasión para enseñarles cosas nuevas y útiles para su
formación como futuros líderes del proyecto supremo de la evangelización de los
pueblos. Es evidente que Jesús conocía a sus discípulos más que ellos a sí
mismos y aprovechaba esta ventaja para enseñarles contenidos teológicos a
través de situaciones de alto significado afectivo, como en el caso de cada
milagro compasivo efectuado en día de reposo (Mateo 12:9-14; Lucas 13:10-17). En
ese constante enseñar y aprender de la relación de Jesús y sus discípulos,
generalmente, utilizó recursos de enseñanza extraídos de la vida diaria,
sacando a sus seguidores de su lugar de comodidad para someterlos a
experiencias que resultaron en un sello para sus recuerdos y su aprendizaje.
Ejemplo de esto es el caso donde calma la tormenta después de ver a sus
discípulos atemorizados, hasta el punto de que nunca olvidarían tal enseñanza
ni el poder de Dios que en ese momento les fuera mostrado (Mateo 8.23-26).
En cuanto a la comunicación, Jesús siempre fue congruente
entre lo que decía y lo que vivía; sus comunicaciones eran claras y sencillas;
utilizaba el valioso recurso de enseñanza que son las parábolas; y respondía
constantemente a la retroalimentación, contestando preguntas o haciendo
demostraciones y milagros. Fue el comunicador por excelencia. Es así que, puede
verse cómo estimulaba a cada escogido de una manera especial para querer
seguirle y aprender. Tal es el caso de la pesca milagrosa antes del llamado a
Pedro (Lucas 5:4-11), o el llamado a Mateo el publicano (Mateo 9:9-13).
Planificación y preparación:
Jesús
planificaba sus experiencias de enseñanza para el beneficio de sus discípulos. La
constante preparación para las experiencias impactantes de aprendizaje se puede
ver en Mateo 14:22-25, donde Jesús tomó las previsiones para la lección de
Pedro caminando sobre las aguas; asimismo, en la multiplicación de los panes y
los peces, Jesús hace algunas preguntas deliberadamente didácticas a sus
discípulos (Juan 6:1-15). Uno de los ejemplos más significativos de la
planificación por parte del Maestro se encuentra reflejada en los momentos
previos a la resurrección de Lázaro, donde Jesús les dice que se alegra por los
discípulos porque verán algo que los hará creer (Juan 11:1-44). Aún en la
preparación de la última pascua hay evidentes acciones planificadoras para la
enseñanza a discípulos y generaciones futuras (Lucas 22:7-13). Cada una de las
acciones del Maestro iba dirigida a la formación de sus discípulos, previendo
sus necesidades y teniendo siempre presente los límites humanos para no
sobrepasar lo que podían recibir hasta el momento (Juan 16:12).
Enseñanza significativa:
El
Maestro Eterno utilizó el enlace de la enseñanza con aspectos significativos de
la vida de los aprendices (a la samaritana le habló de “agua” en Juan 4; en Juan
9, le habló al ciego de “ver”; en Juan 6.35, a los hambrientos les habló de “pan
de vida”). Siguiendo este ejemplo, el maestro cristiano debe asirse de aquello
que es familiar a sus discípulos para establecer un ancla donde pueda enlazar
sus enseñanzas en forma efectiva.
En cuanto a la necesidad de la
experiencia vivencial. Los cuatro evangelios están llenos de
ejemplos donde el Señor Jesús enseñó a todos a través de la práctica,
especialmente a los doce. La multiplicación de los panes y los peces, Pedro
caminando sobre el mar, el envío de los doce a predicar, son ejemplos de tal
metodología. Asimismo, estimuló a los setenta dándoles responsabilidad de
predicar y hacer milagros, sin olvidar el importante detalle de pedirles cuenta
en el momento oportuno, como puede verse en Lucas 10:1-12; 17-20. También se
observa esta actitud en Pablo cuando deja a Timoteo para que desempeñe un
trabajo pastoral a pesar de su juventud y siempre bajo la supervisión del
apóstol.
Juan
10:10 dice que Jesús ha venido para que tengamos vida, y vida en abundancia.
Esto implica una constante experiencia de enseñanza y aprendizaje para ir
aproximándonos a la estatura que el Señor planteó para nosotros. Es interesante
como Efesios 4:11-16 plantea la existencia de los ministerios describiéndola
como una herramienta para “perfeccionar a los santos para la obra del
ministerio”. Puede verse aquí como se estructuran los ministerios, en un
círculo virtuoso, para asegurar educadores en las generaciones futuras, todo
esto a fin de lograr la unidad de la iglesia como un cuerpo, donde todos sus
miembros cumplen su función en armonía. Un constante enseñar y ser enseñados en
el diario vivir de la iglesia para lograr el crecimiento mutuo y en amor,
siguiendo el ejemplo de Jesús como Maestro,
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