Dr. Miguel González
Reciban todos los lectores y lectoras de
este artículo un abrazo y las bendiciones de nuestro amado Señor para este nuevo
año 2015. Que en verdad podamos entrar en Su reposo. Que podamos caminar en
sabiduría, para poder ver Su mano en medio de nuestras situaciones diarias.
Hoy quiero reflexionar con ustedes sobre el
afán, y la necesidad que tenemos de vivir día a día (Mateo 6:25-34). El Señor
Jesucristo dijo: “Baste a cada día su
propio afán”. La enseñanza se encuentra en medio del Sermón del monte,
donde Jesús nos instruye sobre cómo vivir una vida que agrada a Dios. Es en
este contexto que enseña la necesidad que tenemos de decidirnos entre Dios y
las riquezas:
Ninguno puede servir a dos
señores; porque o aborrecerá al uno y amará al otro, o estimará al uno y
menospreciará al otro. No podéis servir a Dios y a las riquezas (v.24).
Por tanto os digo: No os
afanéis por vuestra vida, qué habéis de comer o qué habéis de beber; ni por
vuestro cuerpo, qué habéis de vestir….(v.25)
Si lo leemos separado del relato y de su
contexto, pensamos que el Señor nos exhorta contra los lujos y las riquezas en
nuestro concepto moderno. Pero no. ¡La advertencia sobre el amor a las riquezas
viene a propósito del mismísimo afán por cosas tan básicas como el alimento y
el vestido! Al decir “por lo tanto”, el
discurso que el Señor viene dando sobre el amor a las riquezas (versículo 24)
queda enlazado con el afán del que nos habla en el versículo siguiente
(versículo 25).
Tengo que confesar que este hallazgo fue
sorprendente para mí. Pero por supuesto es coherente con todo el mensaje de
Dios que leemos en los capítulos 5 al 7 de Mateo. Representa el llamado de Dios
a nuestras vidas, a ir más allá y cambiar nuestro enfoque, nuestra manera de
pensar con respecto a todo: Dios, la oración y el ayuno, el matrimonio, el
trabajo, nuestros semejantes, el sufrimiento, el propósito de la vida y la vida
venidera. Todo cambia (o debería cambiar) cuando Jesucristo viene a nosotros. O
como dice el verso 1 del capítulo 5, cuando vamos a Él.
Pero
entonces, ¿cómo hacemos para vivir de esta manera? Continuando nuestra lectura
del pasaje, nos damos cuenta de que el Señor nos ayuda en esto también. Nos
dirige la mirada a las criaturas de Dios, “como
las aves y las flores, que no siembran, ni recogen, ni tejen, y sin embargo son
alimentadas y vestidas por Dios de manera perfecta” (v. 26-30). ¿Es esto un
llamado a no trabajar y a esperar sentados que nuestras necesidades sean
satisfechas? ¡Por supuesto que no! La palabra clave aquí es “afán”. Lo que necesitamos quitarnos de
encima es ese afán por la vida, por la necesidad. Ahondemos en el significado
de afán. La concordancia Strong dice que la palabra en el texto griego original
es merimnáo; estar preocupado por: preocupar, tener,
interesar, afán, afanarse, afanoso, tener cuidado. De manera muy interesante,
esta palabra se origina de una raíz griega que implica dividir, estar dividido. O como ya lo hemos visto en el texto
bíblico: no se puede servir a Dios y a las riquezas a la vez. Esa preocupación
por cosas tan básicas, tan necesarias y tan buenas en sí mismas nos distrae,
nos divide del verdadero enfoque, el cual es, como dice el Señor al final del
pasaje, “el reino de Dios y su justicia”.
En la parábola del sembrador, el Señor nos explica que: El que fue sembrado entre espinos, éste es
el que oye la palabra, pero el afán de este siglo y el engaño de las riquezas
ahogan la palabra, y se hace infructuosa (Mateo 13:22).
“El afán de este siglo” no es otra cosa que
la preocupación por las cosas mundanas, comunes y corrientes de hoy y siempre
(la palabra siglo, aquí como en otros pasajes, no se refiere a un período de
tiempo de mil años, sino a este tiempo entre la caída del hombre y la segunda
venida del Señor), y el engaño de las riquezas no se trata de ser millonarios o
prósperos, sino simplemente del afán por tener “seguros” asuntos tan básicos
como la comida y la ropa. Creo que esta enseñanza del Señor encaja para
nosotros como anillo al dedo en este tiempo y en este lugar en específico. En
estos días de colas y escasez es importante nuestro enfoque. ¿Seguiremos
preocupándonos de lo que nos hace falta o de lo que pasará mañana con estas
cosas? ¿Continuaremos con este ánimo dividido? Terminaremos “sirviendo” a las
riquezas.
El Señor dice que “los gentiles buscan
estas cosas” (v. 32) ¡Los cristianos no somos gentiles! Un gentil es por
definición alguien que no tiene a Dios, que no busca a Dios. Un impío. Nuestro
Padre celestial sabe que tenemos necesidad de todas esas cosas. Busquemos
primeramente el reino de Dios y su justicia. Que Dios reine en nuestro día a
día. Pongamos nuestros intereses en orden delante de Dios. Hagamos saber a Dios
nuestras necesidades, sin preocupación. Con la certeza de que Él nos dará todas
las cosas conforme a Su manera de ser generosa y sabia. Pongamos nuestras
acciones en todo aquello en lo que Dios quiere que hagamos. Aprendamos a vivir
día a día. Pensar o preocuparse por el día de mañana no tiene sentido y habla
de falta de fe. El día de hoy ya tiene sus afanes, sus preocupaciones como para
que encima le añadamos las del mañana. Y aun así, a estos afanes de hoy, el
Señor les dice “males” (verso 34).
No se trata de hacernos de la vista gorda.
No por mucho orar van a desaparecer las situaciones difíciles de una sola vez.
De lo que se trata aquí es de nuestra tendencia a mirar lo natural, a quedarnos
con lo que nuestros sentidos físicos perciben y nada más. A estar ansiosos por
estar pendientes de la “realidad”. Dios nos invita a ver una realidad más
amplia. A ver un reino que está en expansión. A participar de ese reino. En
nuestra mente y en nuestra vida entera. Con nuestros pensamientos y emociones,
pero también con nuestras acciones y nuestras palabras.
Confío en que el Espíritu Santo de Dios
sabrá guiarnos a toda verdad con respecto a cómo poner en práctica esta y todas
las demás enseñanzas que Cristo tiene para nosotros.