viernes, 20 de abril de 2012

Nuestro enfoque del sufrimiento

 


Dr. Miguel González M.
Médico siquiatra
Saludos a todos mis hermanos y hermanas en Cristo.

En esta ocasión escribo con bastante pesar en mi corazón. Últimamente cuando me reúno con otros creyentes, parece que el tema favorito para compartir es, aparte del tema político, de prosperidad material y bienestar en general. Incluso una hermana le relató a mi esposa cómo estuvo orando y ayunando por varios días para que el Señor les concediera a ella y a su esposo un vehículo nuevo y costoso. Cuando mi esposa le compartió acerca de las dificultades por las que hemos pasado en ocasiones, ella prácticamente le llamó la atención diciéndole que si pasábamos por situaciones difíciles era por nuestra falta de oración, ayuno o comunión con otros creyentes.
Me viene a la cabeza el pasaje en el que Pedro reprende al Señor Jesús cuando Él les anuncia que debían sufrir una muerte horrorosa (Mateo 16:22). Recuerden la respuesta del Señor. Les confieso que cada vez entiendo menos a muchos hermanos y hermanas, que parecen haberse acercado a Dios para no sufrir más en la vida. Por esto y por muchos otros encuentros con cristianos me he visto motivado a escribir las siguientes líneas.
No nos equivoquemos. Convertirse en seguidores, en discípulos (as) de Jesucristo, IMPLICA PERSECUSIÓN de alguna u otra manera. No quiero decir que vamos a ser mártires, pero sí que de manera progresiva el caminar con Cristo implica una separación de la manera de pensar, de actuar y de vivir en general, que tiene el mundo, y por tanto, traerá como consecuencia cierta dosis de desencuentro, a veces de burlas, insultos, menosprecio, y un largo etcétera. El Señor nos lo advierte en varias ocasiones, incluso debemos considerarnos afortunados cuando nos ocurra, ¡es una de las Bienaventuranzas! (Mateo 5:10-12). Nos dijo que en este mundo tendríamos aflicción. ¡Es parte de la vida misma! (Juan 16:33). También nos dijo que aquellos que no tienen raíz profunda, cuando viene la aflicción, se ofenden (Marcos 4:17). Otras advertencias continúan de la mano de los apóstoles Pablo (Romanos 5:3; 2 Corintios 1:8, 2:4, 4:17, 8:2; 1 Tesalonicenses 1:6 y muchas otras de sus cartas), Juan (Apocalipsis 1:9), Santiago (1:2) y Pedro (1 Pedro 1:6). La tribulación parecía ser una característica definitoria en los tiempos en que se escribieron las cartas del Nuevo Testamento. De hecho, la primera carta a los Tesalonicenses fue escrita en parte para ver cómo estaban afrontando los hermanos y hermanas en Tesalónica la persecución por causa del mensaje de Dios.
Por supuesto que nuestro contexto es distinto. Hoy tenemos en nuestro país libertad de culto y podemos y debemos proclamar las buenas noticias de que Dios se ha reconciliado con la humanidad por medio de la vida, muerte y resurrección de Su Unigénito Hijo Jesucristo. Que toda persona que cree en este mensaje nace de nuevo a una vida distinta con Dios. Pero mucho me temo que nuestro mensaje ha sido transmitido a nosotros de manera diluida desde hace mucho tiempo, de tal manera que hoy nos acostumbramos demasiado a la comodidad que nos brinda esta “libertad” en la que vivimos, y los cristianos no estamos marcando diferencia en nuestra sociedad. Nuestro mensaje más bien parece decir: “¡hazte cristiano (a) y todos tus problemas se resolverán, porque Dios nos concederá todas las peticiones que le hagamos siendo Sus hijos e hijas!” Me perdonan pero eso no es el evangelio de Cristo.
Tampoco creo que debamos hacernos pobres por causa de nuestra fe o rechazar oportunidades de superación económica o de cualquier tipo. Lo que estoy diciendo es que estamos desenfocados en nuestra visión de la vida. Tenemos una gran responsabilidad para con la sociedad como creyentes (Romanos 8:19). Dios le dice a Jeremías que los demás deben convertirse como él, y no él como ellos (15:19). ¡Y eso que a Jeremías le correspondió ser humillado de muchas maneras por su propio pueblo (“el pueblo de Dios”), ser deportado a Babilonia junto con ellos, presenciar la masacre de los israelitas, soportar la hambruna por el sitio de Jerusalén, etc.!
El mensaje de Dios es Cristo. Sin duda es el mensaje más maravilloso que jamás escucharemos. Pero no promete en ninguna parte que vamos a ser reivindicados en esta vida. Las promesas de restauración vienen en el tiempo luego de la Segunda Venida de Cristo a la tierra. Claro que acá podemos experimentar un adelanto de lo que está por venir. Pero necesitamos vivir y continuar preparándonos para lo que viene, que es muchísimo mejor que esto. Nuestro apego a la sanidad física, a los bienes materiales, al poder y a tantas otras cosas no nos corresponde como creyentes. Invito a cada hermano y hermana en Cristo a corroborar esta amonestación a la luz del Espíritu Santo al leer el Nuevo Testamento. Que el Señor Jesucristo, nuestro Amante Dios y Ejemplo, nos muestre lo que es sano, justo, correcto para nosotros. Una vida que sea ejemplo (Mateo 5:14; 1 Pedro 2:2; 1 Timoteo 4:12; Tito 2:7) . Una vida sencilla, sin ostentaciones. Que transmita un mensaje acorde a nuestro Señor, no a los ejemplos de este mundo.
¡Jesucristo es el Señor! Nosotros no somos más que Él (Lucas 6:40). ¡Él no está para satisfacer nuestros caprichos! ¡Somos nosotros los que deberíamos estar atentos a Sus deseos, mandamientos, al sentir de Su Corazón, a satisfacer Su Voluntad, como Él mismo dice (Mateo 6:10). ¡SEÑOR HÁGASE TU VOLUNTAD, NO LA NUESTRA! ¡ENSÉÑANOS A ENTENDER Y A CUMPLIR TU VOLUNTAD PARA NUESTRAS VIDAS! Convéncenos si es que estamos siendo egoístas. Enséñanos a madurar en Tí.
Dios nos revele estas cosas en profundidad y de manera específica.
Mucho cariño para todos y todas en Jesucristo.
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“Para esto fueron llamados, porque Cristo sufrió por ustedes, dándoles ejemplo para que sigan sus pasos”. (1ª. Pedro 2:21)
1Pedro 4:1  Por tanto, ya que Cristo sufrió en el cuerpo, asuman también ustedes la misma actitud; porque el que ha sufrido en el cuerpo ha roto con el pecado

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