viernes, 13 de enero de 2012

La autoridad está al servicio de Dios



Por: Pastor Samuel Olson
“Todos deben someterse a las autoridades públicas…”
                                    (Romanos 13:2)
Este pasaje nos habla acerca de las autoridades. El Señor establece la ley, los magistrados, jueces, etc.  Es una disposición del Señor, porque Él es un  Dios de orden y de paz. Según Génesis la tierra estaba desordenada, y Dios comienza a ordenarla, luego instituye al ser humano para que organice todo lo que estaba en el Jardín del Edén, pero a causa del pecado todo se desordena y empieza el mal a regir en la sociedad humana.  Dios establece, para el bien y el orden de la sociedad, la existencia de las leyes.
Hay ciertas funciones que dispone Dios claramente para el ejercicio de la autoridad. Tenemos el compromiso de ayudar a que se cumpla la voluntad del Señor, y por eso hay hombres y mujeres que sienten una profunda responsabilidad de ser una oposición leal, no que destruya, sino para velar por el bien de todos, el orden y paz dentro de un sistema.
Ningún cristiano puede decir que no es parte de la sociedad, esa es una gran falacia evangélica de muchos años atrás. El hecho de ser cristianos no es para escondernos de la sociedad, al contrario, el creyente debe estar allí para ejercer su autoridad moral, espiritual, de justicia, de amor cristiano y, de alguna, manera ser la levadura de la masa que afecte a la sociedad. Ello nos concientiza, nos ayuda, nos informa a nuestra mente, y así se forma nuestra conciencia.  Cuando venimos al Señor, él transforma, cambia nuestro corazón y nuestra conciencia por la obra del Espíritu Santo.
“Las autoridades están al servicio de Dios para nuestro bien…” (Rom. 13:3). “…Debemos orar por las autoridades y especialmente por los gobernantes para que tengamos paz y tranquilidad…”. (1ª. Timoteo 2:1) Pablo le dice al pastor de la iglesia de Éfeso (Timoteo), que la función primordial de la iglesia es de orar por las autoridades, la iglesia no es una entidad de poder político. Usted, como individuo, puede ejercer una función política, pero la iglesia, no, porque no se puede rebajar a ser otro poder humano, ya que pertenecemos a otra realidad que se llama el reino de Dios.
Deseamos la paz, la seguridad, caminar por las calles sin temor. La confianza es vital, es allí donde debe haber el perfeccionamiento del ejercicio de la justicia. Para la mentalidad hebrea quiere decir que haya paz en todo el sentido de La Palabra, en salud, en trabajo. La palabra Shalom significa: paz, tranquilidad, sentido de responsabilidad.
“…Pero si haces o malo, teme, porque no en vano lleva la espada, porque está al servicio de Dios para hacer justicia y para castigar al que hace lo malo”. (Rom. 13:4) Aquí encontramos varias cosas importantísimas: una parte negativa que nos habla del castigo, que en nuestro contexto significa la cárcel.
Algunos dicen: -“que caiga la ira de Dios”-.-“si estamos viviendo en un estado de Ley, que la ira de Dios se cumpla a través de la aplicación de la ley”. La ira de Dios no es algo raro ni amorfo, porque tenemos al Señor, sabemos que no podemos hacer justicia por nuestras propias manos, dejemos que sea el Señor. Él sabe cuándo actuar.
En la Palabra se señalan las funciones de los gobernantes, y cuál es la relación de Dios para con ellos: son servidores del Señor, y a su debido tiempo Dios hará la evaluación y la auditoría de sus actos por la responsabilidad que han asumido, porque “toda autoridad está al servicio de Dios”.(Rom. 13:4)
El compromiso como cristianos es: tener una conducta responsable, vivir una vida de respeto y de apoyo a las autoridades.

La Ley y los Valores

“Instruye al niño en su carrera y aún cuando fuere
 viejo no se olvidará de ella” (Prov. 26:2, V.R.V.)


Abog. Daniel David Fernández Fontaine
    Cuando cualquier sociedad corre el riesgo de perder el control sobre la restricción de la violencia, sobrepasando los límites establecidos en las leyes, las normas actúan sólo como una estimación de la pena a aplicarse a los transgresores, Es decir, se reduce a la actividad punitiva, dejando para la educación y la formación en valores, la ardua tarea de prevenir. Sin embargo, una de las funciones de las normas, en toda sociedad organizada, es justamente la prevención. Se supone que ante la eventualidad de un castigo, y el rechazo de la comunidad a esa conducta tipificada en la ley como delito, el sujeto se percate de las consecuencias de sus actos, se comida, y preferiblemente, se inhiba de desarrollar dicha actitud. Sin embargo, cuando los estandares de violencia y permisividad, entendida ésta negativamente, sobrepasan los valores preexistentes, el individuo ya no se comide, ya no se inhibe y por lo tanto ya no teme cometer la acción delictiva. Eso puede deberse a muchos factores: sociales, jurídicos, psicológicos. Sin embargo, pareciera ser que al fin y al cabo, después de que los expertos en el tema de la criminología han debatido por decenas de años las causas de la raíz del delito, todo desemboca, inevitablemente, en los valores del individuo. Estos valores, que deben ser transmitidos por el hogar, por la escuela, por las instituciones religiosas de la comunidad donde el individuo desarrolla su personalidad, son corresponsables junto al Estado, en la labor preventiva del delito. No se trata pues, de una afirmación vaga la que hace el Rey Salomón:“Instruye al niño en su carrera y aun cuando fuere viejo no se olvidará de ella” (Prov. 22:6, versión Reina Valera 1960).
    La complejidad de la crianza de un hijo, con sus retos educativos, económicos y espirituales, salud y estabilidad, es vacía sin la inclusión de valores. De nada sirve una educación universitaria con la ausencia de éstos, y de nada sirve el ejercicio externo de una religiosidad, si el sujeto desarrolla actitudes potencialmente dañinas para sus semejantes, sin más freno que la propia voluntad. De nada sirve una represión religiosa o una falsa libertad. Caso grave es cuando la propia ley se debilita en su aplicación. Pero mucho antes de esa fase ejecutiva de deterioro social, es oportuno recordar que la decisión de hacer el mal es individual e intransferible, bajo la única responsabilidad del individuo, y no debe culparse a ningún ente externo o circunstancia, de su existencia. Ciertamente, no es eximente que la sociedad y el Estado creen o apañen en determinados casos, caldos de cultivos propicios para su expansión y afirmación. Reforzar al niño en sus máximas cualidades, es la única esperanza para las futuras generaciones.

¿Qué hacer durante la aflicción?




Dr. Miguel González
Médico siquiatra
“Fueron a un lugar llamado Getsemaní, y Jesús les dijo a sus discípulos: «Siéntense aquí mientras yo oro.  Se llevó a Pedro, a Jacobo y a Juan, y comenzó a sentir tristeza y angustia” «Es tal la angustia que me invade que me siento morir —les dijo—. Quédense aquí y vigilen. Yendo un poco más allá, se postró en tierra y empezó a orar” (Marcos 14:32-35a).

¿Está afligido alguno entre ustedes? Que ore (Santiago 5:13)

“Por eso me regocijo en debilidades, insultos, privaciones, persecuciones y dificultades que sufro por Cristo; porque cuando soy débil, entonces soy fuerte”. (2 Corintios 12:10)
“La tristeza que proviene de Dios produce el arrepentimiento que lleva a la salvación, de la cual no hay que arrepentirse, mientras que la tristeza del mundo produce la muerte. Fíjense lo que ha producido en ustedes esta tristeza que proviene de Dios: ¡qué empeño, qué afán por disculparse, qué indignación, qué temor, qué anhelo, qué preocupación, qué disposición para ver que se haga justicia!”. (2 Corintios 7:10-11a).
Muchas veces nos vamos a encontrar en problemas. La vida en este tiempo está llena de dificultades. El Señor Jesucristo nos aseguró: en el mundo tendrán aflicciones. No es una posibilidad, es una certeza. Y mucho más cuando se ha decidido seguir a Aquél que es la Verdad. Por mi causa sufrirán toda clase de calumnias y persecuciones. De hecho, la persecución es una de las marcas de la Vida de Dios en nosotros, y no lo contrario, como algunos enseñan. Ciertamente hay un gozo, una alegría en lo profundo del ser humano que se arrepiente de su manera de vivir y decide entregarse a Jesús y a Su Voluntad, y esa seguridad y gozo le permiten afrontar las dificultades, pero también es verdad que este mundo va en la dirección contraria, y eso ocasiona una diferencia, una lucha entre el creyente y el mundo como sistema, como manera de ver la vida. Esto genera, por así decirlo, un constante y creciente estrés en la vida del cristiano. Entonces, como dijeron los primeros creyentes en Jerusalén, ¿qué haremos?
De manera natural tenemos la tendencia a aliviar nuestro sufrimiento por nuestra propia cuenta. Al enfrentarnos con la tristeza de una noticia, con una frustración por expectativas no satisfechas, con la pérdida de bienes materiales o de personas queridas, la respuesta inmediata es la de huir, refugiarnos, buscar algún lugar (en el sentido emocional) en el cual poder “pasar la tormenta”. En ese intento podemos acudir a los amigos, a algunas distracciones, a minimizar el sufrimiento, a declarar que “todas las cosas ayudan a bien…”, y muchas otros buenos o no tan buenos recursos con que contamos. Pero lo que realmente necesitamos, lo que en verdad nuestro ser requiere es ir a Él. Pedro lo dijo de una manera excelente: “¿A quién iremos Señor, si sólo Tú tienes palabras de vida eterna?” Solamente Jesús tiene las palabras, la dirección, el propósito. Sólo Él nos conoce verdaderamente, completamente. Sólo Él.
Así que vamos a acudir a Él en oración, como nos recomienda Santiago. Vamos a apartarnos y a orar, como nos dice el mismo Señor, cuando se aproximaba su hora de mayor sufrimiento. Pero, ¿de qué manera? ¿Pidiendo que Dios nos quite el problema? ¿Qué nos libre de la prueba, del dolor, del mal rato? Tanto el Señor Jesús como el apóstol Pablo, como tantos santos y santas a través de todos estos siglos hemos hecho, ese es nuestro primer acercamiento a Dios. Pero no podemos detenernos allí. El Señor no lo hizo. Pablo no lo hizo. De ninguna manera. Ambos en su momento recibieron una palabra adicional. Ambos insistieron en tres ocasiones. “Padre, si es posible que pase de mí esta copa… Y en el caso de Pablo: “Señor, quita de mí este aguijón en mi carne…”, y en ambos casos, en tres oportunidades para cada uno, la respuesta fue básicamente “no”.
Pero había algo más. Había algo que Dios quería enseñarles al Señor Jesús y a Pablo en medio de sus sufrimientos. Y hay algo más que Dios quiere que aprendamos en medio de nuestros sufrimientos. Para el Señor, estuvo claro inmediatamente, ya que seguido dijo: “…pero que no sea como yo quiero, sino como Tú”. Para Pablo, la respuesta fue: “que te baste mi gracia, pues mi poder se perfecciona en la debilidad”. Dios no quitó la aflicción, la permitió con un propósito superior.
Así, puede que para nosotros tampoco quiera que escapemos del sufrimiento. Por supuesto no estoy queriendo decir que busquemos el sufrimiento. Para nada. Lo que quiero decir es que una vez que nos alcance el dolor, no salgamos corriendo a pedirle a Dios que nos lo quite, ni mucho menos queramos nosotros buscar refugio en distracciones que nos hagan quitar la vista de lo que Dios puede querer hacer en nosotros.
Más bien preguntemos a Dios: Señor, ¿es esta una tristeza, una aflicción que viene de ti? El versículo que cito arriba de la segunda de Corintios nos da una luz nueva acerca del origen de sufrimiento, de la tristeza. Dice Pablo que existe una tristeza QUE VIENE DE DIOS, y que al aceptarla, ocasiona que el creyente produzca fruto de arrepentimiento en su vida. ¡Salvación señoras y señores! En ese caso, no hay que arrepentirse de esa tristeza. No se debe desechar. ¡Es, de hecho, una tristeza buena!
Por supuesto, existe una tristeza que proviene del mundo. Esa genera muerte. Es decir, falta de vida, falta de Cristo en nosotros. No produce fruto. No produce cambio. No produce nada. Esa tenemos que desecharla, pero muchas veces la diferencia es sutil y no es sencillo discernir su origen. Por eso, oremos: Señor y Dios de todo lo que existe, no nos permitas hacer lo que queremos, sino más bien en medio de la angustia, de la tristeza y del dolor, enséñanos a entender, a aceptar que la Sabiduría Escondida puede parecer tontería, pero trae Vida a nuestro ser cuando aprendemos a ver y a caminar como Tú ves y caminas en este mundo. Enséñanos a reconocer la diferencia entre la tristeza y la aflicción que vienen de Ti, que pretenden un cambio en nosotros para Vida Eterna, y la aflicción del mundo que produce muerte. Guárdanos del mal. En el Nombre de Jesucristo. Amén. Así que no corramos. Aprendamos a abrazarnos a Dios y al sufrimiento que tenemos por delante, sabiendo que en nuestra debilidad se mostrará Su Fortaleza.
Y que el año que está por comenzar revele a un Cristo mucho más grandioso en las vidas de cada uno de nosotros. Con Su amor.
Versiones: NVI, y PDT

SIERVOS DE DIOS




Muchos se preguntan ¿que es misiones?, y con toda seguridad les puedo decir que misiones no son cargos, no es un programa más como si fuera algo opcional, porque misiones no nace de las emociones humanas, y muchos lo hacen por sentir culpa, otros porque hasta le simpatiza, pero misiones es mucho más que un sentimiento.

¿Sabes por qué?
Porque misiones no se origino en el corazón del Apóstol Pablo. Tampoco se conceptualizó en la mente de algún misionero como William Carey, quien fue conocido como "el padre de las misiones”, o David Livingston, los cuales  alcanzaron más de 40 idiomas.

“Porque misiones nació en el corazón de Dios”. Jesucristo fue el gran misionero enviado por  Dios al mundo perdido, para que fuera este mundo salvo por él.

Misiones es entonces algo mayor que nos debe mover a servirle a Dios, a realizar los sueños de Dios en esta tierra, que cada uno de nosotros podamos ser esos siervos dispuestos a darle servicio a Dios, con pasión y amor, ya que el texto central de la Biblia dice: Juan 3:16
“Porque de tal manera amo Dios al mundo que dio a su hijo unigénito, para que todo aquel que en él cree no se pierda, mas tenga la vida eterna”.

Jesucristo es nuestro mejor ejemplo de ser siervos de Dios. Encontramos un pasaje que nos lo señala, Isaías 42:1 y un paralelo en Mateo 12:17-18
“He aquí mi siervo, yo lo sostendré, mi escogido, en quien mi alma tiene contentamiento; he puesto sobre el mi espíritu; el traerá justicia a las naciones”.
Este pasaje de Isaías nos habla de una profecía de que Jesucristo vendría a este mundo perdido, no como el hombre pomposo, no como ese conquistador que los judíos esperaban, sino vendría como un juez manso, un siervo.
¿Qué es un Siervo?
Es el nombre que se les designa a las personas que enseñan doctrinas  espirituales.

El siervo posee las siguientes  características:
Manso, Poderoso, Dador de Aliento, Justo y quien traería verdad.

En el tiempo antiguo la situación espiritual estaba difícil, y ahora no cabe duda que este mundo en la actualidad, también vive crisis espirituales tremendas, ya no se sabe en quién creer, se ha perdido la confianza en la gente, y esto muestra que con ahínco, con acción inmediata, está en espera de una respuesta urgente para sus vidas. Con premura, necesita del amor de Dios.

Tú y yo somos los siervos de hoy llamados para que a través del Espíritu Santo de Dios le llevemos el mensaje de Salvación al perdido, al afligido, al desvalido.

Es necesario extender el reino de Dios. Vivamos para servir a Dios. Si entendemos esta verdad, y la practicamos, estaremos cumpliendo con la gran comisión, mandato que el Señor le hace a la iglesia, en Mateo 28:19-20. Dice: Id”. No dice si quieres o si puedes. Iglesia: reflexionemos y hagamos la voluntad de Dios.

Tomemos el reto, ese desafío que Dios nos hace, no nos sintamos inferiores por evangelizar, por llevar el mensaje, porque no es la posición, porque Jesucristo no se aferró a lo que era, sino que “…se despojo a si mismo tomando forma de siervo…”. Filipenses 2:6-9, Por eso aquí te dejo  6 palabras claves que se encuentran en el texto de Isaías 42:1 donde te dice el Señor:
1.      Mi Siervo.
2.      Yo te sostendré.
3.      Mi escogido.
4.      En quien mi alma tiene  contentamiento.
5.      He puesto mi espíritu.
6.      Para traer Justicia.



Es el Señor quien llama a servirle, y si él te llama, Él va a estar contigo hasta el fin, cuidara de ti, de tu familia, el Señor te sostiene para que le sirvas. Vive para servirle, sirve hasta morir.

               
Dios te bendiga.
Yamileth J. Cisneros de Chacón
TSU en Misiones
yamijc_7@hotmail.com
MisionSU en Misiones