miércoles, 11 de febrero de 2015

El afán nuestro de cada día




Dr. Miguel González
    Reciban todos los lectores y lectoras de este artículo un abrazo y las bendiciones de nuestro amado Señor para este nuevo año 2015. Que en verdad podamos entrar en Su reposo. Que podamos caminar en sabiduría, para poder ver Su mano en medio de nuestras situaciones diarias.
    Hoy quiero reflexionar con ustedes sobre el afán, y la necesidad que tenemos de vivir día a día (Mateo 6:25-34). El Señor Jesucristo dijo: “Baste a cada día su propio afán”. La enseñanza se encuentra en medio del Sermón del monte, donde Jesús nos instruye sobre cómo vivir una vida que agrada a Dios. Es en este contexto que enseña la necesidad que tenemos de decidirnos entre Dios y las riquezas:
Ninguno puede servir a dos señores; porque o aborrecerá al uno y amará al otro, o estimará al uno y menospreciará al otro. No podéis servir a Dios y a las riquezas (v.24).
Me saltó a la vista que el siguiente versículo comienza con la frase “por lo tanto”:
Por tanto os digo: No os afanéis por vuestra vida, qué habéis de comer o qué habéis de beber; ni por vuestro cuerpo, qué habéis de vestir….(v.25)
    Si lo leemos separado del relato y de su contexto, pensamos que el Señor nos exhorta contra los lujos y las riquezas en nuestro concepto moderno. Pero no. ¡La advertencia sobre el amor a las riquezas viene a propósito del mismísimo afán por cosas tan básicas como el alimento y el vestido! Al decir “por lo tanto”, el discurso que el Señor viene dando sobre el amor a las riquezas (versículo 24) queda enlazado con el afán del que nos habla en el versículo siguiente (versículo 25).
    Tengo que confesar que este hallazgo fue sorprendente para mí. Pero por supuesto es coherente con todo el mensaje de Dios que leemos en los capítulos 5 al 7 de Mateo. Representa el llamado de Dios a nuestras vidas, a ir más allá y cambiar nuestro enfoque, nuestra manera de pensar con respecto a todo: Dios, la oración y el ayuno, el matrimonio, el trabajo, nuestros semejantes, el sufrimiento, el propósito de la vida y la vida venidera. Todo cambia (o debería cambiar) cuando Jesucristo viene a nosotros. O como dice el verso 1 del capítulo 5, cuando vamos a Él.
    Pero entonces, ¿cómo hacemos para vivir de esta manera? Continuando nuestra lectura del pasaje, nos damos cuenta de que el Señor nos ayuda en esto también. Nos dirige la mirada a las criaturas de Dios, “como las aves y las flores, que no siembran, ni recogen, ni tejen, y sin embargo son alimentadas y vestidas por Dios de manera perfecta” (v. 26-30). ¿Es esto un llamado a no trabajar y a esperar sentados que nuestras necesidades sean satisfechas? ¡Por supuesto que no! La palabra clave aquí es “afán”. Lo que necesitamos quitarnos de encima es ese afán por la vida, por la necesidad. Ahondemos en el significado de afán. La concordancia Strong dice que la palabra en el texto griego original es merimnáo; estar preocupado por: preocupar, tener, interesar, afán, afanarse, afanoso, tener cuidado. De manera muy interesante, esta palabra se origina de una raíz griega que implica dividir, estar dividido. O como ya lo hemos visto en el texto bíblico: no se puede servir a Dios y a las riquezas a la vez. Esa preocupación por cosas tan básicas, tan necesarias y tan buenas en sí mismas nos distrae, nos divide del verdadero enfoque, el cual es, como dice el Señor al final del pasaje, “el reino de Dios y su justicia”. En la parábola del sembrador, el Señor nos explica que: El que fue sembrado entre espinos, éste es el que oye la palabra, pero el afán de este siglo y el engaño de las riquezas ahogan la palabra, y se hace infructuosa (Mateo 13:22).
    “El afán de este siglo” no es otra cosa que la preocupación por las cosas mundanas, comunes y corrientes de hoy y siempre (la palabra siglo, aquí como en otros pasajes, no se refiere a un período de tiempo de mil años, sino a este tiempo entre la caída del hombre y la segunda venida del Señor), y el engaño de las riquezas no se trata de ser millonarios o prósperos, sino simplemente del afán por tener “seguros” asuntos tan básicos como la comida y la ropa. Creo que esta enseñanza del Señor encaja para nosotros como anillo al dedo en este tiempo y en este lugar en específico. En estos días de colas y escasez es importante nuestro enfoque. ¿Seguiremos preocupándonos de lo que nos hace falta o de lo que pasará mañana con estas cosas? ¿Continuaremos con este ánimo dividido? Terminaremos “sirviendo” a las riquezas.
    El Señor dice que “los gentiles buscan estas cosas” (v. 32) ¡Los cristianos no somos gentiles! Un gentil es por definición alguien que no tiene a Dios, que no busca a Dios. Un impío. Nuestro Padre celestial sabe que tenemos necesidad de todas esas cosas. Busquemos primeramente el reino de Dios y su justicia. Que Dios reine en nuestro día a día. Pongamos nuestros intereses en orden delante de Dios. Hagamos saber a Dios nuestras necesidades, sin preocupación. Con la certeza de que Él nos dará todas las cosas conforme a Su manera de ser generosa y sabia. Pongamos nuestras acciones en todo aquello en lo que Dios quiere que hagamos. Aprendamos a vivir día a día. Pensar o preocuparse por el día de mañana no tiene sentido y habla de falta de fe. El día de hoy ya tiene sus afanes, sus preocupaciones como para que encima le añadamos las del mañana. Y aun así, a estos afanes de hoy, el Señor les dice “males” (verso 34).
    No se trata de hacernos de la vista gorda. No por mucho orar van a desaparecer las situaciones difíciles de una sola vez. De lo que se trata aquí es de nuestra tendencia a mirar lo natural, a quedarnos con lo que nuestros sentidos físicos perciben y nada más. A estar ansiosos por estar pendientes de la “realidad”. Dios nos invita a ver una realidad más amplia. A ver un reino que está en expansión. A participar de ese reino. En nuestra mente y en nuestra vida entera. Con nuestros pensamientos y emociones, pero también con nuestras acciones y nuestras palabras.
    Confío en que el Espíritu Santo de Dios sabrá guiarnos a toda verdad con respecto a cómo poner en práctica esta y todas las demás enseñanzas que Cristo tiene para nosotros.



PARA LOS TRABAJADOS Y CARGADOS



Por Letty Moreno

Venid a mí todos los que estáis trabajados y cargados y yo os haré descansar. Llevad mi yugo sobre vosotros y aprended de mí, que soy manso y humilde de corazón; y hallareis descanso para vuestras almas; porque mi yugo es fácil y ligera mi carga”. (Mateo 11:28-30)

          En tiempos de incertidumbre individual y colectiva, donde los medios de comunicación, redes sociales y conversaciones habituales tienden a inquietar al creyente, es casi imposible ser libres del estrés, esa inquietud, nerviosismo y desasosiego que ya es común en nuestra experiencia. El estrés proviene de sentir que no tenemos el control de nuestras vidas y de las circunstancias del entorno. Esta perturbación humana ha existido en todas las épocas y edades históricas, por eso en Jer. 31:25 el Altísimo afirma: “Satisfaré al alma cansada, y saciaré a toda alma entristecida”.
          Este desasosiego, que ocasiona la producción de sustancias químicas nocivas para el organismo (cortisol), no es experiencia exclusiva de los adultos. El grado de estrés que experimenta un niño con sus pequeños problemas es igual al de un adulto con sus grandes conflictos, por cuanto el problema se genera en el sentimiento de pérdida del control sobre las circunstancias. Conozco de alguien que experimentaba a sus 6 años tal preocupación por su asignación escolar de cinco copias de cinco líneas, que podía ser comparable con la perturbación que le generaba en su adultez un problema personal o laboral de trascendencia para su vida. Es así que, se puede afirmar que solo Dios puede dar descanso del estrés de todas las épocas y edades, por lo cual nos prescribe para no estar afanosos por nada.
          Ante esta debilidad, de nuestra propensión al estrés, Jesús deja promesas de descanso para nuestra alma en Mateo 11:28-30, al explicarnos de dónde proviene este cansancio y hastío que a veces nos abruma. No sin antes invitarnos a su descanso, ese que sobrepasa todo entendimiento, el Señor nos dice: “Aprended de mí que soy manso y humilde de corazón y hallareis descanso para vuestras almas”.
          Ser manso y humilde implica renunciar mental y emocionalmente a derechos que creemos tener. Pensamos que somos dignos de tener provisión segura, de disfrutar el respeto de nuestros semejantes, que debemos ser aceptados en todos los ámbitos, que merecemos colaboración y reconocimiento, entre otros. Cuando asumimos la mansedumbre y la humildad, tal como Jesús nos invita a hacerlo, pensamos menos en nuestros derechos y más en nuestros deberes. Como dijera alguien con muy buen juicio: “Ser humilde no es pensar menos de nosotros, sino pensar menos en nosotros”.
          Finaliza el Señor Jesús su atractiva invitación garantizando que su yugo es fácil y ligera su carga. ¿Cómo no ha de ser así?. Si Jesús no nos busca por interés. El no saca ganancia de nosotros. Él es Todopoderoso, tiene el control sobre todas las situaciones, no para hacer nuestra voluntad, sino para hacer su voluntad que es garantía de resultados agradables y perfectos. Jesús es la esencia de la sabiduría, no se equivocará jamás. Él es dueño de los tiempos, nada lo toma por sorpresa. En conclusión, no hay nada más fácil y descansado que servirle renunciando a derechos que no son nuestros, y que en todo caso, Él nos garantiza por su pura gracia. De manera que, para hallar descanso hay que creer que Jesús, quien tiene el control, es digno de confianza y abunda en misericordia y gracia para con nosotros, como para otorgarnos todas las bendiciones aun cuando no tenemos derecho a ellas.
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e-mail: salvadaporfe@gmail.com

El llamamiento de Dios va en serio



  

 El mensaje de las Buenas Nuevas de salvación es la herramienta mediante la cual el hombre, al escucharlo, se entera de su situación espiritual, se da cuenta de que está perdido, muerto en delitos y pecados, y que no puede, sin la ayuda de Dios, resolver el problema en que se encuentra, pero, de acuerdo a la operación del Espíritu Santo en su corazón, el hombre  asume la opción de rechazo o aceptación.
   No obstante el poder de la Palabra de Dios penetra el alma y el espíritu del hombre. El instrumento usado por Dios, como lo es el predicador, el evangelista, el pastor, debe estar consciente de su responsabilidad en la exposición de ese mensaje. Debe tomar en serio el mandato divino, de modo que el oyente lo crea.
    Desde hace varios años, el predicador ha desvalorizado el propósito del Espíritu santo en el mensaje, el cual es: redargüir, generar quebranto, humillar el corazón, provocar ansiedad por el conocimiento de Dios. La seriedad del expositor juega un papel muy importante en la convicción de pecado que debe sentir el oyente. Un predicador que irrumpe en el púlpito como un comediante, que todo lo convierte en chiste para provocar risas y aplausos del auditorio, jamás podrá ver un corazón quebrantado, jamás podrá observar lágrimas de arrepentimiento y contrición. Será sólo un improvisado actor, a quien Dios jamás le llamó al ministerio. Un oportunista que probablemente, frustrado en su deseo de ser alguien, o que lo crean alguien, no encontró otro lugar y otro escenario más propicio, según él, para lograrlo.
   ¿De dónde viene esa modalidad? De otros países. No es que se esté en desacuerdo con la visita de predicadores foráneos, que los hay, y muy buenos, serios y consagrados, pero ¿no habrá, en lo sucesivo, una forma de obtener una referencia que permita conocer el tipo de persona a quien se le va a ceder el púlpito?
   Me cuesta imaginar a un Pablo, un Pedro, un Esteban o cualquier otro apóstol del pasado, haciendo de actor y comediante. San Pablo a la iglesia de Corinto: “…me propuse no saber entre vosotros cosa alguna sino a Jesucristo, y a éste crucificado… Y estuve entre vosotros con debilidad, y mucho temor y temblor… Y ni mi palabra ni mi predicación fue con palabras persuasivas de humana sabiduría, sino con demostración del Espíritu y de poder…”  (1ª. Cor. 2:3,4).
Necesitamos volver al Espíritu y sentimiento de aquél apostolado

lunes, 23 de septiembre de 2013

EL DISCIPULADO

DISCIPULANDO…

CREÍ EN JESÚS ¿Y AHORA, QUÉ? (I)

En primer lugar. Creer en Jesús es un acto de singular trascendencia mediante el cual la persona confiesa delante de Dios que es un pecador, que desea que  Jesús perdone todos sus pecados, limpie su corazón con la sangra derramada por Él en la cruz del calvario,  se arrepienta sinceramente  de haber ofendido a Dios, y esté dispuesto a abandonar la anterior vida pecaminosa a  la cual promete no volver jamás.  “Enderezándose Jesús, y no viendo a nadie sino a la mujer, le dijo: Mujer, ¿dónde están los que te acusaban ¿ninguno te condenó? Ella dijo: Ninguno, Señor. Entonces Jesús le dijo: Ni yo te condeno; vete y no peques más”.   (Juan 8:1-11). 
El acto de recibir a Jesús como Salvador personal puede hacerlo en su casa, o en cualquier lugar en donde se encuentre, ya que es un acto estrictamente individual, pero preferiblemente en la iglesia cristiana que haya visitado y en este caso con la asesoría del pastor o de los ancianos. Si lo has decidido con toda sinceridad delante de Dios, te habrás convertido en una nueva criatura (De modo que si alguno está en Cristo, nueva criatura es…). Ahora eres un hijo de Dios “…a todos los que le recibieron les dio potestad de ser llamados hijos de Dios…(Juan 1:11-13). Habrás obtenido la salvación “…porque no envió Dios a su hijo al mundo para condenar al mundo,  sino para que el mundo sea salvo por él (Juan 3:17; Hechos 16:29-31).
En segundo lugar. Tienes un Padre Celestial, has sido añadido a una familia cuyos miembros son todos aquellos que como tú, han creído en Jesús, por lo cual es necesario unirte a ellos e ir a una iglesia cristiana evangélica a escuchar la Palabra de Dios y las enseñanzas de parte del pastor, allí aprenderás a conocer las doctrinas básicas contenidas en la Biblia. Para ello debes conseguir un ejemplar de la Biblia. Aprenderás así mismo los cánticos de alabanza a Dios, y cómo debes adorarle.
Deberás bautizarte cumpliendo de ese modo el sagrado mandamiento del Señor, así como Él también lo hizo: “Entonces Jesús vino de Galilea a Juan al Jordán para ser bautizado por él… Y Jesús, después  que fue bautizado, subió luego del agua; y he aquí los cielos le fueron abiertos, y vio al Espíritu de Dios que descendía como paloma, y venía sobre él.    (Mateo 3:13,16,17)…
Continuará…


DISCIPULANDO…

Creí en Jesús, ¿y ahora, qué? (II)

…El bautismo tiene un significado muy importante, pues, Es una orden del Señor de Jesucristo a través de los apóstoles: “Por tanto, id y haced discípulos a todas las naciones, bautizándolos en el nombre del Padre, del Hijo y del Espíritu Santo…”.  (Mateo 28:19) San   Pablo escribió:“porque somos sepultados juntamente con él para muerte por el bautismo, a fin de que como Cristo resucitó de los muertos por la gloria del Padre, así también nosotros andemos en vida nueva… Con él fuisteis sepultados en el bautismo, y en él fuisteis también resucitados por la fe en el poder de Dios que lo levantó de los muertos”  (Romanos 6:4; Colosenses 2:12). Puedes ampliar la información respecto al bautismo en tu Biblia, leyendo: Marcos 16:16; Hechos 8:12-13,35-39).

    Tu relación con Dios. Dios es santo y exige de nosotros que seamos santos como él.  Esto quiere decir que debes apartarte de todo lo que signifique maldad. Tu conducta debe ser diferente a la de antes; hablar sin groserías, dejar toda clase de vicios, controlar tu carácter ante las circunstancias adversas, aprender a perdonar, amar a quienes te adversan o no. Te va a `parecer muy difícil, como lo ha sido para muchos que, como tú, han decidido seguir a Cristo No existe más que una sola manera de lograr vencer todas estas obras de la carne, y Jesús te ofrece las herramientas adecuadas para lograrlo: Orar todos los días al Padre Celestial en el nombre de Jesús; contarle a él cualquier problema que te agobie: hablarle como a un amigo que está a tu lado para ayudarte; Si sientes quebrantamiento de tu corazón, decírselo llorando a solas en tu intimidad; mantenerte cerca de otros creyentes que hayan aprendido cómo vivir una vida santa. Concurrir a los cultos de la iglesia. Ante situaciones sobrevenidas que puedan confundirte, solicita la asesoría de tu pastor. Él también está  interesado en ayudarte.

Creí en Jesús, ¿y ahora qué?

 …Hay muchas cosas que debes saber: Una cosa es haber creído en Cristo, y otra es “estar en Cristo”. Te lo explicaré. Creíste en Cristo, lo aceptaste y eres salvo. Ahora para que logres tu pleno desarrollo y produzcas fruto, debes “permanecer en Cristo”. Permanecer es sinónimo de “estar”. Es decir: el viejo hombre que eras antes de haber creído, el cual está tipificado en Gálatas 5:19-21 (léelo, por favor), y cuyas obras no eran agradables a Dios, debe ser transformado progresivamente hasta alcanzar la imagen del hombre nuevo, produciendo frutos que son propios de la obra del Espíritu Santo en tí, por lo que tu comportamiento debe ser diferente ante Dios y ante los hombres. Ante Dios, porque Él es Santo y exige que nosotros también lo seamos. Ante los hombres porque mediante ese comportamiento estás testificando que Dios tiene poder, no solo para salvar, sino también para transformar al hombre. Eso es lo que significa “estar” en Cristo.
    No es fácil, pero el Señor te ayudará si se lo pides con fe en oración, para ello necesitas tomar tú mismo la iniciativa, según el apóstol Pablo en Efesios. Observa en esta cita el imperativo de los verbos: despojar, renovar, vestir,  hablar,  pecar, dar, contristar, quitar, ser, en los versículos 22, 23, 24, 25, 26, 27, 30, 31, 32. Es una orden, un mandato.   De la misma manera  ordena el apóstol en Colosenses 3: Observa los verbos: hacer, dejar, mentir, vestir, hacer, ser,  (versos  1, 8, 9, 12, 14, 13). Lee estos versículos y aplícalos en el momento de cualquier tentación.
    Es bueno recalcar esto, ya que con mucha frecuencia se oye decir: “Cuando recibas a Jesucristo Él te quitará todos los vicios y te transformará en una nueva persona”. Según hemos leído, Jesucristo lo hará si tú tomas la iniciativa.  Pero eso se logra solo cuando se está en Cristo. Es bueno estar en la congregación y sentir el calor de los hermanos reunidos en amor alabando y adorando al Señor, pero lo anteriormente expuesto  corresponde a tu vida personal e íntima con Dios. Y tu autoridad la puedes ejercer en tu trabajo en tu aula de clases, en tu entrar y salir, en tu trato con el prójimo.
   Te recomiendo que leas Proverbios 1:1-16. Es bastante propicio en cualquier situación.

Continuaremos…

miércoles, 1 de mayo de 2013

Hacia Una Correcta Teología de la Adoración






Por: Edinson León Esquivel
(Pastor-Evangelista)


Nociones Preliminares

            Tal vez el lector al revisar estas líneas se imagine que voy a escribir sobre los aspectos musicales del culto evangélico contemporáneo. Pero si continua leyendo podría llevarse una grata sorpresa al notar que no es así. Uno de los temas menos predicado y menos comprendido por la iglesia evangélica actual es el tema de la adoración como pueblo de Dios. La mayor parte de opiniones y conceptos sobre la adoración son muchas veces errados, estereotipados, superficiales y con poco contenido bíblico. Si hiciéramos una encuesta a un grupo de hermanos preguntándoles: ¿Para que va Ud. los domingos a su iglesia? Posiblemente respondan de forma variada, que van a adorar a Dios. Pero si les hiciéramos una segunda pregunta diciendo: ¿Hermano y para Ud. Qué es Adoración? Probablemente obtengamos diferentes respuestas. Allí está el quid del asunto, ¿Qué entendemos por adoración? ¿Cual es la finalidad de la misma? En las siguientes líneas trataré de hacer un examen somero al respecto.
            En Juan Capítulo 4 tenemos registrada una de las conversaciones más interesantes de toda la Biblia, se trata de Jesús y una mujer samaritana que vino a sacar agua del pozo de Jacob, lo interesante es que la conversación giró en torno al tema de la adoración vv. 20-24, básicamente por la disputa histórica y religiosa entre samaritanos y judíos. Los primeros decían que el monte Gerizim en Samaria era el lugar correcto donde se debe adorar, los judíos por su parte, decían que en Jerusalén era el lugar de la presencia prometida de Dios, por tanto allí es donde se debe adorar. Jesús previendo el futuro cercano le dijo a la mujer que el momento había llegado cuando ni en Samaria ni en Jerusalén se adorará al Padre, no es que estaba excluyendo éstos lugares, más bien estaba anticipándole a la mujer que gracias a su obra redentora se abrirá el camino de la salvación y así levantar un nuevo ejército de adoradores en todas partes del mundo. Luego en el v. 23 Jesús hace una declaración muy pertinente: «Pero viene una hora, y ahora es cuando los verdaderos adoradores adorarán al Padre en espíritu y en verdad, porque también el Padre tales adoradores busca que le adoren» (Biblia Textual) ¿Cómo adorarán al Padre? En espíritu y en verdad, esa es la forma bíblica en que se debe adorar. Tal vez el lector se preguntará ¿Significa eso que no debemos usar imágenes en nuestra adoración? Aunque el uso de imágenes es condenado en la Biblia, ese no es el sentido real del texto bíblico, nótese que para Jesús el lugar no es tan importante como la calidad con que se adora. El adorar en espíritu y en verdad es una adoración de calidad, es la que le gusta al Padre, es la que tiene como base la verdad, es la que subyace en el interior de cada creyente. La alusión al espíritu no se refiere al Espíritu Santo sino, técnicamente es una referencia al ser interior de la persona. Y en el v. 24 dice la Escritura: «Dios es Espíritu; y los que le adoran, en espíritu y en verdad es necesario que adoren» (Reina-Valera 1960) Nuevamente se repite la expresión: «en espíritu y en verdad» es decir, que todos aquellos que se caractericen por adorar de esa manera a Dios, son aquellos que realmente deben adorar. La naturaleza esencial de Dios es espíritu, es decir carece de forma corpórea, Dios no tiene brazos ni piernas, todo su ser es espíritu, de la misma manera, quienes le adoren deben hacerlo espiritualmente. Hoy tan superficialmente se entiende la adoración que quienes hablan de ella, piensan se limita solamente a un par de horas al día o en todo caso como “parte de las cosas que debo hacer hoy”. Nada tan lejos de la realidad y del texto bíblico.
Principios Bíblicos que Debemos Considerar
            Semánticamente adoración es la acción de reverenciar con sumo honor, reverencia y respeto profundos a un ser considerándolo como divino (Larousse: Gran Consultor Práctico), puede tratarse de un ídolo o del único Dios vivo y verdadero.  Los seres humanos por ser creados a imagen y semejanza de Dios sin excepción, tenemos la tendencia natural de adorar algo, cuando nuestra vida está conducida por los lineamientos rectos de la Palabra de Dios nuestra adoración será solamente para el Dios Todopoderoso, Creador y Sustentador del universo, pero si nuestra vida está conducida por los lineamientos de nuestro malvado corazón (Jer. 18:12) entonces seremos capaces de adorar cualquier cosa animada o inanimada que excluya al Eterno Dios de los cielos.
            Dios es quien toma la iniciativa en el tema de la adoración, por tanto es él quien dice cómo debemos adorarle. Eso significa que en la Biblia tenemos todas las directrices necesarias y suficientes para que todos los creyentes podamos adorar correctamente a Dios, tanto individualmente desde nuestro lugar, como corporativamente en el culto. De manera que la adoración nos coloca en una encrucijada inevitable, o bien adoramos correctamente a Dios y hacemos que reciba con agrado nuestra ofrenda delante de su altar o bien adoramos como a nosotros nos parezca mejor y corremos el riesgo de ofenderlo profundamente por pretender ofrecer fuego extraño en su altar. Un ejemplo notable acerca de esto está en Levítico 10 cuando los dos hijos de Aarón, Nadab y Abiú entraron a la presencia de Dios y ofrecieron un fuego que Dios no les mandó. ¿Acaso tenía algo de malo ofrecer fuego en la presencia de Dios? ¿Acaso el uso del incienso estaba prohibido por Dios en su liturgia? La respuesta es no, sin embargo, había un problema, Dios no había mandado ofrecer ese fuego. Entiéndase lo delicado que es para Dios el tema de la adoración. En el Nuevo Pacto, quienes formamos parte del pueblo de Dios y que diariamente estamos ante su presencia, debemos cuidarnos de no ofrecer fuego extraño (heb. zarah, derivado de la raíz zur que significa desviarse, apartarse) pues estamos ante el mismo Dios quien no cambia (Mal. 3:6).
            Otro asunto que debemos considerar antes de continuar, es que solo en el Nuevo Testamento el verbo adorar, gr. proskunein y sus formas conjugadas solo aparece 26 veces y ninguna vez tiene que ver con música. Esto debe ponernos en alerta si hasta aquí hemos relacionado la adoración con la parte musical del culto. En muchas iglesias, a quienes están encargados de la música se les llama “adoradores” y no músicos. En otros casos el género musical determina si es alabanza o adoración lo que se está cantando. En nuestras iglesias aun se piensa que cuando el tono musical es rápido e incita al movimiento corporal y palmadas de aplauso entonces se dice que eso es alabanza, pero cuando el tono es melódico, suave o cadencioso entonces se dice que esa es una canción de adoración. Ninguno de estos conceptos son respaldados por la Biblia, simplemente son ideas que nosotros le hemos imprimido al culto creyendo erróneamente que estamos en lo correcto. Por lo tanto amigo lector, el género musical no determina nuestra forma de adorar a Dios, eso es imposible, los verdaderos adoradores no están limitados por la música. Aunque la música es parte del culto no es la razón del culto, solo Dios es nuestra razón de adoración.
            Entonces ahora nos preguntamos ¿Si adoración no es música, entonces cual es la diferencia entre alabanza y adoración? Esto lo vamos a estudiar en la próxima sección.

JESÚS, MODELO PARA MAESTROS



Letty Moreno Campos
El Señor Jesús, nuestro ejemplo por excelencia, deja constancia en Lucas 2.52 de que «crecía en sabiduría, en estatura y en gracia», razón de más para que todos los educadores cristianos asumamos y disfrutemos nuestra responsabilidad con el constante crecimiento espiritual y personal a fin de tener siempre enseñanzas frescas para ofrecerlas a nuestros alumnos. La educación cristiana, más que un momento específico de clases en un aula, debe ser vista como un instrumento, o más bien una vía para un cambio constante y observable en la vida del creyente, como lo vemos en el ejemplo de nuestro modelo, el Señor Jesús.
Contacto diario:
En la Biblia puede verse claramente que Jesús siempre resultó el modelo perfecto para sus discípulos (Juan 13.15). No les enseñaba en aulas de clase, sino a través de experiencias múltiples de la vida diaria. Puede verse en los evangelios la relación de contacto diario que Jesús mantuvo con sus discípulos, aprovechando cada ocasión para enseñarles cosas nuevas y útiles para su formación como futuros líderes del proyecto supremo de la evangelización de los pueblos. Es evidente que Jesús conocía a sus discípulos más que ellos a sí mismos y aprovechaba esta ventaja para enseñarles contenidos teológicos a través de situaciones de alto significado afectivo, como en el caso de cada milagro compasivo efectuado en día de reposo (Mateo 12:9-14; Lucas 13:10-17). En ese constante enseñar y aprender de la relación de Jesús y sus discípulos, generalmente, utilizó recursos de enseñanza extraídos de la vida diaria, sacando a sus seguidores de su lugar de comodidad para someterlos a experiencias que resultaron en un sello para sus recuerdos y su aprendizaje. Ejemplo de esto es el caso donde calma la tormenta después de ver a sus discípulos atemorizados, hasta el punto de que nunca olvidarían tal enseñanza ni el poder de Dios que en ese momento les fuera mostrado (Mateo 8.23-26).
En cuanto a la comunicación, Jesús siempre fue congruente entre lo que decía y lo que vivía; sus comunicaciones eran claras y sencillas; utilizaba el valioso recurso de enseñanza que son las parábolas; y respondía constantemente a la retroalimentación, contestando preguntas o haciendo demostraciones y milagros. Fue el comunicador por excelencia. Es así que, puede verse cómo estimulaba a cada escogido de una manera especial para querer seguirle y aprender. Tal es el caso de la pesca milagrosa antes del llamado a Pedro (Lucas 5:4-11), o el llamado a Mateo el publicano (Mateo 9:9-13).
Planificación y preparación:
Jesús planificaba sus experiencias de enseñanza para el beneficio de sus discípulos. La constante preparación para las experiencias impactantes de aprendizaje se puede ver en Mateo 14:22-25, donde Jesús tomó las previsiones para la lección de Pedro caminando sobre las aguas; asimismo, en la multiplicación de los panes y los peces, Jesús hace algunas preguntas deliberadamente didácticas a sus discípulos (Juan 6:1-15). Uno de los ejemplos más significativos de la planificación por parte del Maestro se encuentra reflejada en los momentos previos a la resurrección de Lázaro, donde Jesús les dice que se alegra por los discípulos porque verán algo que los hará creer (Juan 11:1-44). Aún en la preparación de la última pascua hay evidentes acciones planificadoras para la enseñanza a discípulos y generaciones futuras (Lucas 22:7-13). Cada una de las acciones del Maestro iba dirigida a la formación de sus discípulos, previendo sus necesidades y teniendo siempre presente los límites humanos para no sobrepasar lo que podían recibir hasta el momento (Juan 16:12).
Enseñanza significativa:
El Maestro Eterno utilizó el enlace de la enseñanza con aspectos significativos de la vida de los aprendices (a la samaritana le habló de “agua” en Juan 4; en Juan 9, le habló al ciego de “ver”; en Juan 6.35, a los hambrientos les habló de “pan de vida”). Siguiendo este ejemplo, el maestro cristiano debe asirse de aquello que es familiar a sus discípulos para establecer un ancla donde pueda enlazar sus enseñanzas en forma efectiva.
En cuanto a la necesidad de la experiencia vivencial.  Los cuatro evangelios están llenos de ejemplos donde el Señor Jesús enseñó a todos a través de la práctica, especialmente a los doce. La multiplicación de los panes y los peces, Pedro caminando sobre el mar, el envío de los doce a predicar, son ejemplos de tal metodología. Asimismo, estimuló a los setenta dándoles responsabilidad de predicar y hacer milagros, sin olvidar el importante detalle de pedirles cuenta en el momento oportuno, como puede verse en Lucas 10:1-12; 17-20. También se observa esta actitud en Pablo cuando deja a Timoteo para que desempeñe un trabajo pastoral a pesar de su juventud y siempre bajo la supervisión del apóstol.
Juan 10:10 dice que Jesús ha venido para que tengamos vida, y vida en abundancia. Esto implica una constante experiencia de enseñanza y aprendizaje para ir aproximándonos a la estatura que el Señor planteó para nosotros. Es interesante como Efesios 4:11-16 plantea la existencia de los ministerios describiéndola como una herramienta para “perfeccionar a los santos para la obra del ministerio”. Puede verse aquí como se estructuran los ministerios, en un círculo virtuoso, para asegurar educadores en las generaciones futuras, todo esto a fin de lograr la unidad de la iglesia como un cuerpo, donde todos sus miembros cumplen su función en armonía. Un constante enseñar y ser enseñados en el diario vivir de la iglesia para lograr el crecimiento mutuo y en amor, siguiendo el ejemplo de Jesús como Maestro,