sábado, 25 de agosto de 2012

Denunciar falsas enseñanzas, no es criticar




Cuando un hecho anómalo está ocurriendo dentro de la sociedad, y tiende a
propagarse afectando a un determinado sector de la comunidad, el Estado provee
al ciudadano del instrumento legal de la denuncia, de modo de que la instancia
competente asuma la responsabilidad de avocarse al esclarecimiento de los hechos
y circunstancias que originaron tal situación, a objeto de restablecer la paz y la
convivencia
La Palabra de Dios también tiene sus propios recursos cuando la doctrina se ve
amenazada y perturbada por factores internos o externos. La doctrina de la iglesia
cristiana está contenida en las enseñanzas de Jesucristo, recogida luego por los
apóstoles, quienes se sirvieron de esos mecanismos: El apóstol Pablo denunció la
intromisión de falsos profetas en la iglesia: “porque os celo con celo de Dios, pues os he
desposado con un solo esposo, para presentaros como una virgen pura a Cristo. Pero
temo que, así como la serpiente con su astucia engañó a Eva, vuestros sentidos sean
también de alguna manera extraviados de la sincera fidelidad a Cristo…”. Las razones
que aducía Pablo eran: “porque estos son falsos apóstoles, obreros fraudulentos,
que se disfrazan de apóstoles de Cristo. Y esto no es sorprendente, porque el mismo
Satanás se disfraza de ángel de luz. Así que, no es extraño si también sus ministros
se disfrazan de ministros de justicia…”. (2ª. Cor. 11: 2,13-15). Así mismo, el apóstol
Judas nos exhorta a “combatir ardientemente por la fe que ha sido una vez dada a los
santos, porque algunos hombres han entrado encubiertamente,…hombres impíos, que
convierten en libertinaje la gracia de nuestro Dios…” (Judas 1:3-4).
Un verdadero siervo de Dios no debe permitir falsas doctrinas en su congregación,
venga de quien venga, y sin importar cuánta fama o beneficio económico pueda
reportarle. De la misma manera ningún creyente debe obedecer a pastor alguno
que se desvíe de la sana doctrina. En el libro a los hebreos el apóstol recomienda:
“Acordaos de vuestros pastores, que os hablaron la palabra de Dios…”, pero agrega
también: “…considerad cual haya sido el resultado de su conducta, e imitad su fe”
(Hebreos 13:7). Por supuesto que debemos respetar y estar sujetos a nuestros
pastores, como nos enseña la Palabra, pero no de manera incondicional al punto
de obligarnos a aceptar cualquier “viento de doctrina” que ellos hayan permitido
introducir en la congregación. En tal supuesto, se nos exhorta a “considerar” tal
conducta, porque si la misma es indicadora de una desviación de la, fe, no debemos
imitarla, pues “…es necesario obedecer a Dios antes que a los hombres” (Hechos 5:20).
El creyente tiene el derecho, previo discernimiento en el espíritu, a denunciar
cualquier hecho perturbador de la sana doctrina, pero eso sí, con fundamento en la
palabra de Dios, no en base a la opinión de algún comentarista por muy erudito que
se presente. Al hacerlo, usted no está criticando al pastor, como se pretende decir
a modo de amedrentamiento, no, usted está evitando que se propague el error y
contamine a toda la iglesia. Por otra parte, ningún pastor debe infundir temor a la
congregación ni pretender amordazarla. Al respecto el apóstol Pedro les exhorta:
“apacentad la grey de Dios que está entre vosotros, cuidando de ella, no por fuerza,
sino voluntariamente… no como teniendo señorío sobre los que están a vuestro
cuidado, sino siendo ejemplo de la grey”.

Cuánta falta están haciendo los enjundiosos estudios impartidos por maestros
diligentes en las escuelas dominicales de otros tiempos, eliminadas hoy día en muchas
congregaciones.

Daniel Fernández

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