miércoles, 1 de mayo de 2013

Hacia Una Correcta Teología de la Adoración






Por: Edinson León Esquivel
(Pastor-Evangelista)


Nociones Preliminares

            Tal vez el lector al revisar estas líneas se imagine que voy a escribir sobre los aspectos musicales del culto evangélico contemporáneo. Pero si continua leyendo podría llevarse una grata sorpresa al notar que no es así. Uno de los temas menos predicado y menos comprendido por la iglesia evangélica actual es el tema de la adoración como pueblo de Dios. La mayor parte de opiniones y conceptos sobre la adoración son muchas veces errados, estereotipados, superficiales y con poco contenido bíblico. Si hiciéramos una encuesta a un grupo de hermanos preguntándoles: ¿Para que va Ud. los domingos a su iglesia? Posiblemente respondan de forma variada, que van a adorar a Dios. Pero si les hiciéramos una segunda pregunta diciendo: ¿Hermano y para Ud. Qué es Adoración? Probablemente obtengamos diferentes respuestas. Allí está el quid del asunto, ¿Qué entendemos por adoración? ¿Cual es la finalidad de la misma? En las siguientes líneas trataré de hacer un examen somero al respecto.
            En Juan Capítulo 4 tenemos registrada una de las conversaciones más interesantes de toda la Biblia, se trata de Jesús y una mujer samaritana que vino a sacar agua del pozo de Jacob, lo interesante es que la conversación giró en torno al tema de la adoración vv. 20-24, básicamente por la disputa histórica y religiosa entre samaritanos y judíos. Los primeros decían que el monte Gerizim en Samaria era el lugar correcto donde se debe adorar, los judíos por su parte, decían que en Jerusalén era el lugar de la presencia prometida de Dios, por tanto allí es donde se debe adorar. Jesús previendo el futuro cercano le dijo a la mujer que el momento había llegado cuando ni en Samaria ni en Jerusalén se adorará al Padre, no es que estaba excluyendo éstos lugares, más bien estaba anticipándole a la mujer que gracias a su obra redentora se abrirá el camino de la salvación y así levantar un nuevo ejército de adoradores en todas partes del mundo. Luego en el v. 23 Jesús hace una declaración muy pertinente: «Pero viene una hora, y ahora es cuando los verdaderos adoradores adorarán al Padre en espíritu y en verdad, porque también el Padre tales adoradores busca que le adoren» (Biblia Textual) ¿Cómo adorarán al Padre? En espíritu y en verdad, esa es la forma bíblica en que se debe adorar. Tal vez el lector se preguntará ¿Significa eso que no debemos usar imágenes en nuestra adoración? Aunque el uso de imágenes es condenado en la Biblia, ese no es el sentido real del texto bíblico, nótese que para Jesús el lugar no es tan importante como la calidad con que se adora. El adorar en espíritu y en verdad es una adoración de calidad, es la que le gusta al Padre, es la que tiene como base la verdad, es la que subyace en el interior de cada creyente. La alusión al espíritu no se refiere al Espíritu Santo sino, técnicamente es una referencia al ser interior de la persona. Y en el v. 24 dice la Escritura: «Dios es Espíritu; y los que le adoran, en espíritu y en verdad es necesario que adoren» (Reina-Valera 1960) Nuevamente se repite la expresión: «en espíritu y en verdad» es decir, que todos aquellos que se caractericen por adorar de esa manera a Dios, son aquellos que realmente deben adorar. La naturaleza esencial de Dios es espíritu, es decir carece de forma corpórea, Dios no tiene brazos ni piernas, todo su ser es espíritu, de la misma manera, quienes le adoren deben hacerlo espiritualmente. Hoy tan superficialmente se entiende la adoración que quienes hablan de ella, piensan se limita solamente a un par de horas al día o en todo caso como “parte de las cosas que debo hacer hoy”. Nada tan lejos de la realidad y del texto bíblico.
Principios Bíblicos que Debemos Considerar
            Semánticamente adoración es la acción de reverenciar con sumo honor, reverencia y respeto profundos a un ser considerándolo como divino (Larousse: Gran Consultor Práctico), puede tratarse de un ídolo o del único Dios vivo y verdadero.  Los seres humanos por ser creados a imagen y semejanza de Dios sin excepción, tenemos la tendencia natural de adorar algo, cuando nuestra vida está conducida por los lineamientos rectos de la Palabra de Dios nuestra adoración será solamente para el Dios Todopoderoso, Creador y Sustentador del universo, pero si nuestra vida está conducida por los lineamientos de nuestro malvado corazón (Jer. 18:12) entonces seremos capaces de adorar cualquier cosa animada o inanimada que excluya al Eterno Dios de los cielos.
            Dios es quien toma la iniciativa en el tema de la adoración, por tanto es él quien dice cómo debemos adorarle. Eso significa que en la Biblia tenemos todas las directrices necesarias y suficientes para que todos los creyentes podamos adorar correctamente a Dios, tanto individualmente desde nuestro lugar, como corporativamente en el culto. De manera que la adoración nos coloca en una encrucijada inevitable, o bien adoramos correctamente a Dios y hacemos que reciba con agrado nuestra ofrenda delante de su altar o bien adoramos como a nosotros nos parezca mejor y corremos el riesgo de ofenderlo profundamente por pretender ofrecer fuego extraño en su altar. Un ejemplo notable acerca de esto está en Levítico 10 cuando los dos hijos de Aarón, Nadab y Abiú entraron a la presencia de Dios y ofrecieron un fuego que Dios no les mandó. ¿Acaso tenía algo de malo ofrecer fuego en la presencia de Dios? ¿Acaso el uso del incienso estaba prohibido por Dios en su liturgia? La respuesta es no, sin embargo, había un problema, Dios no había mandado ofrecer ese fuego. Entiéndase lo delicado que es para Dios el tema de la adoración. En el Nuevo Pacto, quienes formamos parte del pueblo de Dios y que diariamente estamos ante su presencia, debemos cuidarnos de no ofrecer fuego extraño (heb. zarah, derivado de la raíz zur que significa desviarse, apartarse) pues estamos ante el mismo Dios quien no cambia (Mal. 3:6).
            Otro asunto que debemos considerar antes de continuar, es que solo en el Nuevo Testamento el verbo adorar, gr. proskunein y sus formas conjugadas solo aparece 26 veces y ninguna vez tiene que ver con música. Esto debe ponernos en alerta si hasta aquí hemos relacionado la adoración con la parte musical del culto. En muchas iglesias, a quienes están encargados de la música se les llama “adoradores” y no músicos. En otros casos el género musical determina si es alabanza o adoración lo que se está cantando. En nuestras iglesias aun se piensa que cuando el tono musical es rápido e incita al movimiento corporal y palmadas de aplauso entonces se dice que eso es alabanza, pero cuando el tono es melódico, suave o cadencioso entonces se dice que esa es una canción de adoración. Ninguno de estos conceptos son respaldados por la Biblia, simplemente son ideas que nosotros le hemos imprimido al culto creyendo erróneamente que estamos en lo correcto. Por lo tanto amigo lector, el género musical no determina nuestra forma de adorar a Dios, eso es imposible, los verdaderos adoradores no están limitados por la música. Aunque la música es parte del culto no es la razón del culto, solo Dios es nuestra razón de adoración.
            Entonces ahora nos preguntamos ¿Si adoración no es música, entonces cual es la diferencia entre alabanza y adoración? Esto lo vamos a estudiar en la próxima sección.

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