miércoles, 11 de febrero de 2015

El llamamiento de Dios va en serio



  

 El mensaje de las Buenas Nuevas de salvación es la herramienta mediante la cual el hombre, al escucharlo, se entera de su situación espiritual, se da cuenta de que está perdido, muerto en delitos y pecados, y que no puede, sin la ayuda de Dios, resolver el problema en que se encuentra, pero, de acuerdo a la operación del Espíritu Santo en su corazón, el hombre  asume la opción de rechazo o aceptación.
   No obstante el poder de la Palabra de Dios penetra el alma y el espíritu del hombre. El instrumento usado por Dios, como lo es el predicador, el evangelista, el pastor, debe estar consciente de su responsabilidad en la exposición de ese mensaje. Debe tomar en serio el mandato divino, de modo que el oyente lo crea.
    Desde hace varios años, el predicador ha desvalorizado el propósito del Espíritu santo en el mensaje, el cual es: redargüir, generar quebranto, humillar el corazón, provocar ansiedad por el conocimiento de Dios. La seriedad del expositor juega un papel muy importante en la convicción de pecado que debe sentir el oyente. Un predicador que irrumpe en el púlpito como un comediante, que todo lo convierte en chiste para provocar risas y aplausos del auditorio, jamás podrá ver un corazón quebrantado, jamás podrá observar lágrimas de arrepentimiento y contrición. Será sólo un improvisado actor, a quien Dios jamás le llamó al ministerio. Un oportunista que probablemente, frustrado en su deseo de ser alguien, o que lo crean alguien, no encontró otro lugar y otro escenario más propicio, según él, para lograrlo.
   ¿De dónde viene esa modalidad? De otros países. No es que se esté en desacuerdo con la visita de predicadores foráneos, que los hay, y muy buenos, serios y consagrados, pero ¿no habrá, en lo sucesivo, una forma de obtener una referencia que permita conocer el tipo de persona a quien se le va a ceder el púlpito?
   Me cuesta imaginar a un Pablo, un Pedro, un Esteban o cualquier otro apóstol del pasado, haciendo de actor y comediante. San Pablo a la iglesia de Corinto: “…me propuse no saber entre vosotros cosa alguna sino a Jesucristo, y a éste crucificado… Y estuve entre vosotros con debilidad, y mucho temor y temblor… Y ni mi palabra ni mi predicación fue con palabras persuasivas de humana sabiduría, sino con demostración del Espíritu y de poder…”  (1ª. Cor. 2:3,4).
Necesitamos volver al Espíritu y sentimiento de aquél apostolado

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